Thursday, March 31, 2005

Birmania vs Myanmar

Manila, 31 de Marzo del 2005.

Tras tantos años diciendo “flim”, resulta que, ahora, se dice “pilícula”.
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Lo que durante años, nuestro profesor de geografía nos insistió por activa, pasiva y perifrástica: “Birmania, capital Rangún”, ya no está vigente.
Como diría D. Hilarión: “Tiene razón D. Sebastián”. Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Hoy, el país se llama “Myanmar” y la capital es, ahora, “Yangún”.

La denominación es tan moderna que el diccionario del procesador de textos no está todavía actualizado y sigue, terne, queriendo corregir los nuevos términos. Podría argüirse que el programa en cuestión no está actualizado pero, según parece, no soy el único.
Me he atrevido, ¡Oh, cielos! ¡qué osadía!, a consultar el informe anual de la Agencia; sí, me refiero a “la madre de todas las agencias” o “agenCIAs”. Ellos continúan “en sus trece” con la antigua denominación, por razones de índole política.
Revisando el contenido del informe, veo que cometen algunos errores más. Por ejemplo: “Esperanza de vida: 56,01 años”; o “Derecho de voto: 18 años”.

La “Esperanza de vida” en el país es realmente inexistente; no es posible una vida digna donde no hay más porvenir que nacer para, viviendo pobremente y engañados, morir. No habiendo oportunidades en el ínterin. Es un ciclo bastante triste.

En cuanto al “Derecho de voto”, ¿de qué les sirve? La última vez que lo pudieron ejercer, allá por mayo de 1990, no les sirvió para nada. Los resultados de las elecciones no gustaron a quienes tenían encañonado al pueblo y, los de la junta militar, decidieron dar carpetazo y acabar la discusión.

¿Qué decir de los “Refugiados” y “prisioneros políticos”? Aquellos que están fuera del país, con bastante seguridad, están viviendo mucho mejor que los que están dentro. Bien se puede decir que los que viven dentro de los muros de tan inmensa cárcel son “prisioneros políticos”. Creo que es uno de los pocos lugares del mundo en el que los extranjeros gozan de más libertades que los propios ciudadanos.

En la antigua Birmania se han producido muchos cambios que afectan al significado de nobles palabras, esperemos que en breve las cosas vuelvan a su cauce y los ciudadanos recuperen su condición de tales, dejando de ser prisioneros, así como su “esperanza de vida” y su “Derecho de voto

Thursday, March 24, 2005

Objetivo: Birmania.

Manila, 25 de Marzo de 2005.

No. No me refiero al grupo musical de la llamada “movida madrileña”.

Pido prestado el título de la película que en 1945 dirigió Raoul Walsh.

Mi viaje a esas tierras tenía como misión dar a conocer mi “negocio” a algunas destacadas personalidades de una de las minorías religiosas allá existentes. No sería necesario saltar en paracaídas en mitad de la jungla, si bien, llegaría al país por vía aérea. Tampoco sería menester destruir ninguna estación de radar enemiga ni luchar por la propia supervivencia. Mis razones serían, a todas luces, amistosas.

El día 2 de marzo llegué a la capital del país.
Las seis de la tarde serían cuando el avión aterrizó en el aeropuerto, más bien aeródromo, internacional. Como están edificando una nueva terminal de pasajeros, la terminal existente estaba un poco destartalada pero no en malas condiciones.
Una vez aterrizado y “terminalizado”, tras pasar el control de inmigración, planté mis reales junto a la cinta dispensadora del equipaje. Como estaba armado de paciencia, la espera no se hizo larga hasta que la cinta se paró y mi maleta, la muy … tímida, no quiso hacer acto de presencia.
Mi cara cambió de expresión, tornándose de su habitual gesto de casi estulticia a una estúpida cara de simpático y distraído personaje. Tal fue el gesto que, sin hacer ademán alguno, dos personas se me acercaron y, adulterando con suma vileza la donosa lengua de D. Guillermo (el “Shakespeare” que todos pronuncian “Schopenhauer”) llegué a hacerles entender que mi maleta no había llegado.
Rellenamos un formulario, por aquello de la homologación ISO 9002, y me dijeron, haciendo honores a D. Mariano, “llame usted mañana”.
Así que con D. Guillermo y D. Mariano me acerqué al mostrador de la aduana para declarar que no tenía nada que declarar. Cumplimentado el requisito, sólo restaba salir de la terminal y buscar un taxi.
Franqueado el último dintel, aunque todavía dentro del edificio, una selva de manos llamando la atención me aguardaba; pensando que la marabunta me venía persiguiendo, giré sobre mí mismo y me percaté que yo era el único viajero en el lugar. Me paré por un momento y, retomando la situación, me compuse para afrontar, aunque evitando dar mucho pecho, la bravata del gigante que, cuajado de brazos amenazantes, me esperaba con fruición en la bocana.
Poniendo la proa arrumbada al mar abierto, en el fragor de la maniobra, comencé a escuchar, cuales voces de sirenas, una atractiva cantinela. Por entre la multitud de brazos alcancé a escuchar, con distintos tonos y timbres, “!Taxi¡, !taxi¡, !taxi¡”. La cantinela era entonada con admiración casi carismática.
En un abrir y cerrar de ojos, me ordené a mí mismo abortar la treta y una vez arriada toda la vela y liberada el ancla, aprovechando la escora de tan violenta maniobra, que me acercó al marasmo de extremidades, con amenazadora y, a la vez, sostenida voz inquirí: “¿Cuánto?”.
Una vez espetada la cuestión, siento que todo a mi alrededor cambia y la escena se torna en sala de subastas, donde yo cual subastador señalaba las pujas más bajas hasta que los postores mantuvieron, ternes, su oferta. En menos de un minuto, la tarifa del taxi a la ciudad pasó de 10 dólares a 5, de donde no se movió un ápice.
Terminada la licitación, tomé el taxi que primero dijo “5 dólares”.

Eran las siete y media y yo me encontraba surcando las calles de la ciudad rumbo al hotel previamente reservado. Hacia las ocho ya me encontraba en la habitación y dando cuenta de unos sándwiches de ensalada de pollo y de una botella de agua fría que no fresca. El refrigerio me entonó y me dispuse a preparar las cosas para el día siguiente.

Sud-Este asiático.

Manila, 24 de marzo de 2005.

Durante este mes he disfrutado de la oportunidad de visitar, por vez primera, Birmania y Bangkok, y de repetir visita a Vietnam.
En los pasados meses, he debido ser bueno y, por ello, me han regalado con tan áurea ocasión. Han sido veinte (20) días; de ellos ocho (8) en Burma, diez (10) en Viet Nam y dos (2) en Bangkok.
Muchas imágenes en mi mente, cámara fotográfica casi vacía, demasiadas impresiones en el corazón.
Gente admirable, entrañable humanidad.
Ejemplo de esperanza contra toda esperanza, en unos; admirable tesón, en todos.
Abrumadora hospitalidad, eterno agradecimiento.

Si la ocurrencia se hiciese realidad, de nuevo, creo aceptaría el órdago sin renuencia.

Trataré de desgranar algunas, imposible hacerlo con todas, de las impresiones recibidas.

Os invito a seguir en la escucha.

Wednesday, March 23, 2005

My goodness! Aspaldiko!

Manila, 23 de marzo de 2005.

Dicen que la vergüenza es lo último que se pierde pero, en mi caso, creo que no se ha cumplido. Sí, soy un descarado y un poco vago. Con la excusa de estar demasiado liado he desatendido mis obligaciones para con mis admiradores.

Perdonadme, os he tenido ayunos de sinsorgadas (disculpad la licencia de usar una palabra que no está recogida en el DRAEL). En los últimos nueve (9) meses no os he dirigido la palabra. Podéis llamarme sinvergüenza.

Pero, ahora, que me encuentro un poquito más libre (aunque no demasiado) tengo material para dos o tres comentarios.

Así que, dejándome de lamentos y aceptando la cruda realidad; pido venia para distraeros por algunos instantes.

Así, pues, ¡al grano!